Lo único que recuerdo de cómo comenzó todo es que no había… Nadie, solo ella y yo, unas luces secas y un pálido atardecer, y el deseo de sacrificar todo por unas pajas, como si de algo sirviera.
Odio la estúpida forma como se significaban los días, todo devenía en absurdas palabrerías y comentarios sin sentido, entre sueños castrados y condiciones deprimentes para una existencia desmembrada. El actuar de todo aún me da ¡asco!, como si hubiesen abierto la tumba de una antigua moral. El miedo al destino y todo lo que pudiese suceder estaba al acecho de todo cuanto desearan mis idiotas pensamientos, debía alejarme de esa enfermedad.
Aquella tarde solo veía a la virgen llorar, su entrepiernas temblaba como si necesitara un dios que mordiera su clítoris durante unos minutos, luego faltaban unos segundos para que de los espesos fluidos comenzara a brotar sangre, era hermosa, su piel oscura exhibía dos grandes senos que temblaban con el filo de las agujas, me sentía enfermo, pero todo andaba bien. Los alambres que atravesaban su piel sentían la tensión de sus gritos, mientras intentaba apretar su pequeño coño.
La cama estaba empapada de un acido sudor, entre sangre y fluidos venéreos, un paisaje cruel para un insecto desmotivado, sus pequeñas nalgas estaban inmóviles, ya no sabia lo que hacia, las caricias se transformaban en heridas, y su piel ya no aguantaba otra laceración, había trabajado demasiado para una sola noche, ya era un cadáver.
Ahora caminar solo nuevamente, decaído, sin pensamientos, como un reptil violento queriendo descargar sus huevos en un árbol sin ramas. Ahora debo perderme, cansado, ahora nada es tranquilo, no tengo conciencia, no tengo dios; solo olor a sangre en mis fauces, el olor de los cerdos que caminan conmigo me repugna, ¿hacia donde me lleva la tormenta?
Aquella tarde solo veía a la virgen llorar, su entrepiernas temblaba como si necesitara un dios que mordiera su clítoris durante unos minutos, luego faltaban unos segundos para que de los espesos fluidos comenzara a brotar sangre, era hermosa, su piel oscura exhibía dos grandes senos que temblaban con el filo de las agujas, me sentía enfermo, pero todo andaba bien. Los alambres que atravesaban su piel sentían la tensión de sus gritos, mientras intentaba apretar su pequeño coño.
La cama estaba empapada de un acido sudor, entre sangre y fluidos venéreos, un paisaje cruel para un insecto desmotivado, sus pequeñas nalgas estaban inmóviles, ya no sabia lo que hacia, las caricias se transformaban en heridas, y su piel ya no aguantaba otra laceración, había trabajado demasiado para una sola noche, ya era un cadáver.
Ahora caminar solo nuevamente, decaído, sin pensamientos, como un reptil violento queriendo descargar sus huevos en un árbol sin ramas. Ahora debo perderme, cansado, ahora nada es tranquilo, no tengo conciencia, no tengo dios; solo olor a sangre en mis fauces, el olor de los cerdos que caminan conmigo me repugna, ¿hacia donde me lleva la tormenta?
Solo desconfía.
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(Un abrazo a INsano)
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