Lo que importaba verdaderamente
era la Policía del Pensamiento"
Las imágenes tomadas por cámaras de seguridad, ya sea del Estado… ya sea del privado, en un sistema de tele-vigilancia panóptica que se implementa cada día con más énfasis en las (auto) denominadas sociedades “modernas”, no se encuentran a disposición de cualquier ciudadano común, se considera información clasificada de seguridad nacional o de seguridad “pública”, y en algunas sociedades, como en la que nos tocó vivir, insisto, no está normada o regulada, no hay un control alguno sobre el que vigila, sobre su moralidad social (adecuada), sobre el uso que este ser presente-ausente hace del material recopilado o grabado y sobre el papel del ciudadano común en este proceso de vigilancia.
El concepto de seguridad, en nuestros días, pasa necesariamente por el de vigilancia o tele-vigilancia, cuyos términos son ambivalentes, cuyos alcances juegan con una doble moral, con un sospechoso halo de conveniencia favorecedora o benefactora y con otro de inspección, represión y control. Se incrementan las tecnologías de la vigilancia que cruzan los radios o redes en las que la sociedad contemporánea (o “moderna”, aunque de “moderna” poco tiene), sus individuos y sus poderes, supuesta-mente o ideal-mente organizados desarrollan una intervención mayor, estos radios o redes son: identidad… montaje, muerte… crimen, cuerpo… objeto, sexo… pornografía, comunicación… progreso, memoria… herramienta, “verdad”… discurso, poder… información y vigilancia… “seguridad”. Todo esto expresado en la codiciada y sobre-valorada imagen… esta imagen concebida no sólo como sustento, fundamento y re-presentación, sino como prótesis de la realidad. Imagen como instante o, dicho de manera más clara… imagen como presente puro… imagen como prueba de juicio, imagen como show… de lo (aparente-mente) real. Todo pasa por el Ojo del vigilante… es decir, la sociedad tiende a establecer una vigilancia visual sobre la muerte, la identidad, el sexo, el cuerpo, la comunicación, la memoria, y la “verdad” (doy plena libertad para pensar “verdad” en los términos que más les acomode). El Ojo vigilante es el discurso que tiene por misión dar legitimidad (o legalidad) al ejercicio del poder. El Ojo vigilante como fundamento… como discurso legitimador del poder. Se nos presenta (como en todo… o casi todo, mas bien) una in-evitable paradoja… esta es: ¿Quién vigila a quién?, ¿quién tiene el poder… de vigilar?... y otra más inquietante aún: ¿Quién realiza la vigilancia de la vigilancia?... ¿Quién realiza el control del control?.
La tecnología de la vigilancia es la tecnología del Yo y también la tecnología del poder (poder en un sentido extenso): poder como relaciones humanas (la llamada cohesión social) y como una maquinaria de conservación (estabilidad y rutina… o dicho de mejor manera… rutina que entrega estabilidad y su consiguiente tranquilidad) que cobra su expresión máxima y brutal en las tecnologías de la guerra, esto quiere decir, en una sociedad militarizada… de control pleno… 1984. El requerimiento (diario) de una seguridad vigilada, de un régimen de (tele) vigilancia permanente, parte de la condición de que a mayor vigilancia, mayor supervivencia. No hay lugar alguno para dudas… por mínimas que sean… es un concepto cerrado en donde quien no comparte ciertos códigos de seguridad esta simple-mente perdido. Quien no posee consigo un número de identificación (de personalización) y un soporte para demostrarlo, simplemente no existe para el sistema, para la máquina.
Pero, ¿qué espacio no demanda vigilancia?, ¿quién custodia las imágenes, los registros, los archivos de la vigilancia?. Foucault describe al sistema, a la maquinaria social como "un régimen panóptico" implantado en la modernidad bajo los mandamientos fundantes del positivismo (¡!) tecno-científico: razón, orden y progreso. Foucault, al igual que vuestro humilde servidor, se contesta con esto a la pregunta: ¿dónde está la razón, el orden y el progreso?... pues están bajo un sospechoso (por decirlo menos) sistema de control, sistema de información, sistema de registro… en una sociedad en donde muchos levantan banderas de múltiples colores en son de una supuesta e idealizada libertad. Tomando en cuenta estos vagos y básicos antecedentes… ¿podemos, siquiera, pensar en algún tipo de libertad?… me parece (de manera sincera y honesta) que sería una gran perdida de tiempo.
La razón, el orden y el progreso se realizan bajo las oraciones e intereses del Poder, que como resultado se expresan en un régimen, en una política, en una disciplina de Control, Vigilancia y Castigo. El ya mencionado régimen panóptico se origina de la oferta realizada por Bentham, quien concibe el Panóptico, como un plan especulativo y metafórico, como una especie de plano arquitectónico a la vez que filosófico.
El discurso del poder es un discurso sobre la seguridad, la vigilancia y el castigo. La cárcel más eficaz y servible es la que no posee muros. La vigilancia queda interiorizada en el ciudadano (recluso), de forma tal que se sepa y sienta vigilado en todo momento, sin nunca saber por quién, imposibilitado de ver el Ojo del vigilante, y sin poder siquiera constatar su presencia ausente.
La cruel (pero cotidiana) experiencia de ser vigilado, adquiere diversos nuevos términos: video-vigilancia, tele-vigilancia, video-presencia o tele-presencia o, incluso podríamos hablar de toda una “maquinaria de la visión”... el Gran Hermano del Orwell.
El concepto de seguridad, en nuestros días, pasa necesariamente por el de vigilancia o tele-vigilancia, cuyos términos son ambivalentes, cuyos alcances juegan con una doble moral, con un sospechoso halo de conveniencia favorecedora o benefactora y con otro de inspección, represión y control. Se incrementan las tecnologías de la vigilancia que cruzan los radios o redes en las que la sociedad contemporánea (o “moderna”, aunque de “moderna” poco tiene), sus individuos y sus poderes, supuesta-mente o ideal-mente organizados desarrollan una intervención mayor, estos radios o redes son: identidad… montaje, muerte… crimen, cuerpo… objeto, sexo… pornografía, comunicación… progreso, memoria… herramienta, “verdad”… discurso, poder… información y vigilancia… “seguridad”. Todo esto expresado en la codiciada y sobre-valorada imagen… esta imagen concebida no sólo como sustento, fundamento y re-presentación, sino como prótesis de la realidad. Imagen como instante o, dicho de manera más clara… imagen como presente puro… imagen como prueba de juicio, imagen como show… de lo (aparente-mente) real. Todo pasa por el Ojo del vigilante… es decir, la sociedad tiende a establecer una vigilancia visual sobre la muerte, la identidad, el sexo, el cuerpo, la comunicación, la memoria, y la “verdad” (doy plena libertad para pensar “verdad” en los términos que más les acomode). El Ojo vigilante es el discurso que tiene por misión dar legitimidad (o legalidad) al ejercicio del poder. El Ojo vigilante como fundamento… como discurso legitimador del poder. Se nos presenta (como en todo… o casi todo, mas bien) una in-evitable paradoja… esta es: ¿Quién vigila a quién?, ¿quién tiene el poder… de vigilar?... y otra más inquietante aún: ¿Quién realiza la vigilancia de la vigilancia?... ¿Quién realiza el control del control?.
La tecnología de la vigilancia es la tecnología del Yo y también la tecnología del poder (poder en un sentido extenso): poder como relaciones humanas (la llamada cohesión social) y como una maquinaria de conservación (estabilidad y rutina… o dicho de mejor manera… rutina que entrega estabilidad y su consiguiente tranquilidad) que cobra su expresión máxima y brutal en las tecnologías de la guerra, esto quiere decir, en una sociedad militarizada… de control pleno… 1984. El requerimiento (diario) de una seguridad vigilada, de un régimen de (tele) vigilancia permanente, parte de la condición de que a mayor vigilancia, mayor supervivencia. No hay lugar alguno para dudas… por mínimas que sean… es un concepto cerrado en donde quien no comparte ciertos códigos de seguridad esta simple-mente perdido. Quien no posee consigo un número de identificación (de personalización) y un soporte para demostrarlo, simplemente no existe para el sistema, para la máquina.
Pero, ¿qué espacio no demanda vigilancia?, ¿quién custodia las imágenes, los registros, los archivos de la vigilancia?. Foucault describe al sistema, a la maquinaria social como "un régimen panóptico" implantado en la modernidad bajo los mandamientos fundantes del positivismo (¡!) tecno-científico: razón, orden y progreso. Foucault, al igual que vuestro humilde servidor, se contesta con esto a la pregunta: ¿dónde está la razón, el orden y el progreso?... pues están bajo un sospechoso (por decirlo menos) sistema de control, sistema de información, sistema de registro… en una sociedad en donde muchos levantan banderas de múltiples colores en son de una supuesta e idealizada libertad. Tomando en cuenta estos vagos y básicos antecedentes… ¿podemos, siquiera, pensar en algún tipo de libertad?… me parece (de manera sincera y honesta) que sería una gran perdida de tiempo.
La razón, el orden y el progreso se realizan bajo las oraciones e intereses del Poder, que como resultado se expresan en un régimen, en una política, en una disciplina de Control, Vigilancia y Castigo. El ya mencionado régimen panóptico se origina de la oferta realizada por Bentham, quien concibe el Panóptico, como un plan especulativo y metafórico, como una especie de plano arquitectónico a la vez que filosófico.
El discurso del poder es un discurso sobre la seguridad, la vigilancia y el castigo. La cárcel más eficaz y servible es la que no posee muros. La vigilancia queda interiorizada en el ciudadano (recluso), de forma tal que se sepa y sienta vigilado en todo momento, sin nunca saber por quién, imposibilitado de ver el Ojo del vigilante, y sin poder siquiera constatar su presencia ausente.
La cruel (pero cotidiana) experiencia de ser vigilado, adquiere diversos nuevos términos: video-vigilancia, tele-vigilancia, video-presencia o tele-presencia o, incluso podríamos hablar de toda una “maquinaria de la visión”... el Gran Hermano del Orwell.
Skinpride.-
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